Por: Josep de Martì
Hace un tiempo visité el Royal Hospital de Chelsea en Londres, un lugar donde tradición y modernidad conviven de forma sorprendente. Este edificio del siglo XVII ha funcionado ininterrumpidamente como residencia para veteranos del ejército británico, y aún hoy conserva rasgos únicos: el imponente pabellón central en forma de “U”, los jardines presididos por la estatua dorada de Carlos II y los residentes uniformados con sus casacas rojas, que refuerzan la sensación de viajar en el tiempo.
Lo que más me llamó la atención fue la convivencia de lo antiguo con lo nuevo. En la parte histórica, los residentes viven en pequeños cubículos de madera de apenas 7,5 m² con baños compartidos, una distribución que evoca la vida de cuartel y que los veteranos aceptan con naturalidad. Pero el complejo no se ha quedado anclado en el pasado: cuenta también con áreas modernas, como la Enfermería Margaret Thatcher y unidades residenciales con habitaciones individuales y baño propio, adaptadas a las necesidades del cuidado contemporáneo.
Durante mi estancia tuve ocasión de asistir a una ceremonia anglicana en la capilla central. Entre medallas, himnos y órgano, la experiencia reforzó la sensación de estar en un lugar que mantiene viva su esencia mientras se adapta a los tiempos actuales.
El Royal Hospital de Chelsea es un ejemplo único de cómo una residencia puede honrar su historia sin renunciar a la renovación. Una visita que invita a reflexionar sobre cómo tradición e innovación pueden convivir en los espacios dedicados al cuidado de las personas mayores.